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Gabriela Alemán (a la derecha), una de las fundadoras de 'Mission Meals Coalition', con su madre Gabriela Ramírez.  Anna Vignet/KQED
Gabriela Alemán (a la derecha), una de las fundadoras de 'Mission Meals Coalition', con su madre Gabriela Ramírez.  (Anna Vignet/KQED)

'El apoyo es la fuerza': La ayuda mutua impulsa a la Coalición de alimentos de la Misión

'El apoyo es la fuerza': La ayuda mutua impulsa a la Coalición de alimentos de la Misión

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ara Gabriela Alemán, gran parte de su labor social se encuentra dentro de las cuatro paredes de la tienda de su madre, ubicada en la cuadra de las calles 20 y Misión en San Francisco.

“Esta tienda ha existido por casi el 90% de mi vida”, dijo Alemán.

Su madre, Gabriela Ramírez, ha sido la dueña de un pequeño comercio que alquila sillas y mesas desde el 2005. “Esto lo empezamos bien pequeñitas, caminábamos y veníamos, poniendo flyers en las lavanderías”, recuerda Ramírez.

Ella caminaba a lo largo del distrito de la Misión junto con sus tres niñas para avisarle a los residentes de la zona sobre su negocio. A medida que la pequeña empresa de Ramírez crecía, más de sus amistades y vecinos la buscaban cuando alguien en la comunidad necesitaba ayuda.

Ahora Alemán, de 26 años, y Ramírez trabajan juntas para llevar a cabo los servicios de la organización ‘Mission Meals Coalition’ (MCC por sus siglas en inglés o en español, la Coalición de alimentos de la Misión). Este grupo de ayuda mutua colabora con voluntarios y pequeños negocios para proveer comidas e ingredientes frescos a familias, adultos mayores y otras iniciativas de justicia alimentaria por toda el Área de la Bahía.

Mientras tanto, el local de Ramírez se ha convertido en el hogar de uno de los servicios más ambiciosos de la MMC para ayudar con las necesidades del vecindario: una nevera comunitaria.

Gabriela Ramírez, madre de Gabriela Alemán, forma parte de la MMC y ha sido un vínculo entre la organización y la comunidad inmigrante en el distrito de la Misión. (Anna Vignet/KQED)

Conectando con ‘la refri’

Repleto de frutas y verduras frescas, leche, huevos y harina, esta nevera (la cual lleva el apodo de ‘la refri’) le ha dado de comer a cientos de residentes desde que apareció por primera vez en las calles de la Misión el verano pasado.

Anteriormente la nevera se encontraba afuera de la librería Adobe en la calle 24 pero Alemán decidió cambiar el sitio al negocio de su madre luego de que la ciudad experimentara varias semanas de pésima calidad de aire y la llegada de la temporada de lluvias.

Cualquier persona puede pasar para tomar lo que necesite durante los siete días de la semana. No hay un límite de la cantidad de comida que se puede tomar y está disponible para cualquier persona, sin importar dónde vive o su estatus migratorio, en la dirección 2390 Mission Street.

Alemán, junto con las otras cofundadoras de la MMC, su hermana Xiomara y su amiga María Castro Noboa, cuidan de la nevera. Pero ‘la refri’ es tan solo uno de la gran cantidad de apoyos ofrecidos por la MMC.

La organización primero comenzó en marzo de 2020, regalando platillos preparados y despensas al inicio de la pandemia. Entre 400 a 700 personas reciben alimentos cada semana, los cuales pueden ser recogidos en la tienda de Ramírez o entregados a domicilio. En los fines de semana, la MMC distribuye entre 100 a 200 platillos de comida caliente, todos preparados por pequeños negocios.

Cuando llegó la hora de abrir ‘la refri’ por primera vez, Alemán sabía que no podían hacer aparecer la nevera como por arte de magia.

“¿Qué dirías tú si vieras una nevera de repente en tu comunidad? ¿Qué dirían los miembros de tu comunidad y tus amistades?” cuestionó Alemán.

Para saber la respuesta a estas preguntas, Alemán analizó la situación junto a su madre, quien sugirió que regresaran a los mismos lugares donde ella formó su propia red de apoyo: las lavanderías y los grupos de WhatsApp.

“En verdad todo esto se debe al hecho de que tenemos con nosotros los mayores de nuestra comunidad, quienes son nuestras anclas e impulsan las conexiones con nuestra comunidad y promueven una conocimiento cultural. De esta manera, las personas no sienten cómo que tienen que pedir comida o que están mendigando”, Alemán dijo .

“No es caridad”, agregó. “Tratamos a quienes ayudamos como si fueran nuestros vecinos”.

En los 27 años que ha vivido en San Francisco, Gabriela Ramírez ha mantenido una profunda relación con su familia y amigos en El Salvador, su país de origen. Siempre que puede, les envía cajas con comida o ropa, algo que motivó a sus hijas a formar la MMC. (Anna Vignet/KQED)

‘Un granito para que nazca’

Durante su infancia, Alemán vio como Ramírez transformaba su local en un espacio para recaudar ayuda para su familia y amigos que vivían lejos de la ciudad.

“Cuando ya comenzamos a trabajar con el negocio, y yo de lo que ganábamos para esto mismo recolectaba como dinero para poder comprar de todo para mandar a El Salvador, a la comunidad de mi familia y ellos lo compartían con las demás personas que necesitaban”, explica Ramírez.

Ella hacía sus envíos por uno de los muchos negocios en la calle Misión que ofrecen mandar cajas llenas de ropa, juguetes o comida enlatada al país originario de un migrante. Pedacitos de una nueva vida logran cruzar fronteras y océanos, formando una red de ayuda.

Estas cajas no sólo beneficiaban a su familia en El Salvador. También les llegaban a sus amistades, vecinos y hasta a gente que nunca había conocido. Le llenaba de alegría poder ayudar a seres queridos incluso cuando tenía muy poco a su nombre.

Gabriela Ramírez entrega una bolsa de alimentos de la MMC a un miembro de la comunidad. (Anna Vignet/KQED)

“Vienen naciendo más ideas, como cuando uno pone un granito para que nazca, vienen otros y otros detrás y pienso que vino esto”, dijo Ramírez, haciendo referencia a la nevera de la MMC.

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‘El conocimiento cultural no sólo es algo que decimos’

Algunas de las despensas que la MMC regala fueron compradas por la organización pero la gran parte son donaciones. Los integrantes de la MMC inspeccionan cada artículo de comida que llega, asegurándose que no sólo sea seguro para comer pero que también sea apto para las cocinas de los beneficiarios.

“Hay tantas diferencias entre la diáspora latina. Tenemos aquí miembros de la comunidad que vienen de Sudamérica, Centroamérica y Norteamérica, todos juntos”, aclara Alemán.

Apoyando a una comunidad tan extensa como la de la Misión requiere conocimiento y educación sobre los múltiples platillos y tradiciones culinarias que existen a lo largo de Latinoamérica.

Tomemos como ejemplo el frijol. Alemán explica que al ser criada en un hogar centroamericano, ella se acostumbró a un tipo específico de frijoles en sus platillos. Pese a que son similares, estos frijoles y la manera en que se cocinan, son distintos a los que se usan en cocinas mexicanas y sudamericanas.

Tomando en cuenta estas distinciones gastronómicas forma parte de lo que Alemán considera el conocimiento cultural de la MMC. “Trabajamos mucho para asegurarnos que el conocimiento cultural no sólo es algo que decimos pero algo que practicamos de manera consistente”, dijo.

Desde marzo de 2020, la MMC ha alimentado a cientos de familias en todo el Área de la Bahía, utilizando un modelo de ayuda mutua para realizar este trabajo. Una de las fundadoras de la MMC, Xiomara Alemán se prepara para una distribución de comida. (Anna Vignet/KQED)

“Si uno quiere, uno puede”

A medida que crece que la MMC, Alemán tiene que decidir con mucho cuidado cómo invertir el recurso más útil del grupo: el tiempo.

Para poder proveer más despensas, ella ha tenido que reducir el número de horas disponibles para recibir donaciones. “Antes lo hacíamos los siete días de la semana. Ahora lo recortamos a dos días, o algunas veces hasta a uno, para que tengamos suficiente tiempo para preparar la comida porque la fila [para la despensas] puede llegar a…50 hasta 200 personas”, ella dijo.

También se ha hecho más diligente en cómo usa su propio tiempo, asegurándose de conservar su energía. Como muchos otros, ella nunca se imaginó que la pandemia duraría tanto tiempo.

“Al hacer este trabajo que se enfoca mucho en lo colectivo, es tan importante apartar tiempo para ser un individuo”, explicó Alemán. “Hay que apartar tiempo para leer o quizás hasta para dormir un poco. Tener estructura para mi horario y yo misma ha sido algo muy útil para cuidarme”, dijo.

Mientras que Alemán describe los retos que conlleva esta labor social, su madre la escucha, sentada a su lado. Ramírez conoce bien el sentimiento cuando se acerca la hora de comer y no tienes nada en la casa para alimentar a tu familia.

Antes de comenzar su negocio, Ramírez ganaba muy poco para poder pagar la renta y tener lo suficiente para comprar comida, incluso cuando tenía múltiples empleos. Sin embargo, ella afirma, “Yo siempre, siempre he tenido una fuerza “.

“Les he dicho a ellas, a veces uno cree que algo es difícil yo siempre les digo, si uno quiere, uno puede”, agregó.

Ramírez también sabe que sin el apoyo de sus amistades, familiares y organizaciones comunitarias que la aconsejaron, su negocio no hubiera podido desarrollarse. Ella dice, “el support [apoyo] es la fuerza de hacer cualquier cosa, para ayudarse”.

“A cualquier mujer, yo le doy fuerza y le digo usted puede. Si usted quiere, puede llegar hasta donde usted quiera’. Porque Dios nos ha dado tanto al hombre, con mucho respeto, tanto al hombre como a la mujer, las dos manos y uno puede”, dijo Ramírez.

Cuando la MMC distribuye despensas, le otorga a los beneficiarios un menú de opciones para elegir de lo que está disponible. Xiomara Alemán le explica a un beneficiario lo que se ofrece ese día. (Anna Vignet/KQED)

‘La ayuda mutua ha sido cómo hemos podido sobrevivir’

En San Francisco, la probabilidad que un residente Latino contraiga el COVID-19 es cinco veces más alta que la de un residente que no es Latino, de acuerdo con Mission Local.

Esta diferencia es aún mayor cuando comparamos específicamente a la población Latina con la población blanca (que no se considera Latina). Entre los Latinos de la ciudad, se registran 8 mil 665 casos de coronavirus por cada 100 mil habitantes latinos. Por otro lado, por cada 100 mil habitantes blancos que no son latinos, se cuentan mil 463 contagios.

“Oímos tantas veces cómo este ha sido el peor año para tantas personas. Para nuestras comunidades, cada año ha sido difícil”, dice Alemán.

“Hay que tener en cuenta todo cuando enfrentamos la pobreza, ya que estás hablando de la escasez de comida, la inestabilidad de la vivienda, falta de acceso al cuidado de salud. Esto no es algo nuevo”, dijo.

De la misma manera que estos retos no son nuevos, las soluciones también han existido por mucho tiempo. Alemán señala que a pesar de todo, “la ayuda mutua no es algo nuevo”.

Pese a que este término se ha vuelto más popular a lo largo de la pandemia, Alemán recalca que la ayuda mutua (o en inglés, “mutual aid”) es tan solo un nuevo nombre para la tradición de solidaridad que ha existido dentro de la población inmigrante por décadas. “‘Mutual aid’ es algo que existe fuera del idioma inglés”, ella dijo, dando como ejemplo a las redes de ayuda que su madre y otros inmigrantes han formado desde que llegaron a EE.UU.

“Cuando hablamos de la experiencia de nuestra comunidad en este país, la ayuda mutua ha sido cómo hemos podido sobrevivir”, dijo Alemán, “ha sido una parte integral de eso, aunque ahora usemos estos nuevos términos”.

Esta frase quizás no explica por completo las raíces históricas de este tipo de trabajo social, sin embargo, Alemán y otros líderes comunitarios la aplican cuando solicitan recursos locales para financiar sus organizaciones. Aún así, no es tan fácil convencer a las autoridades que les distribuyan fondos.

Un sitio de pruebas de COVID-19 en la plaza de la estación de BART en las calles 24 y Misión en San Francisco el 30 de noviembre de 2020. Este centro es parte de la iniciativa Unidos En Salud, una colaboración entre UCSF y la iniciativa ‘Latino Task Force’ en respuesta al rápido aumento de casos en la ciudad. (Beth LaBerge/KQED)

“Poder hablar con las autoridades locales, siendo un grupo de ayuda mutua, ha sido algo extremadamente difícil”, dijo Alemán. Ella explica que, “puede ser algo bonito decir que hay grupos de ayuda mutua en tu comunidad, distrito o vecindario. Pero cuando tienes que pedir fondos y otros tipos de apoyo, se vuelve mucho más difícil”.

El pasado mes de septiembre, la alcaldesa London Breed anunció que $28.5 millones habían sido asignados para aumentar las pruebas de coronavirus disponibles en los distritos con una población sustancial de latinos, y también para aliviar los estragos económicos de la pandemia entre esta comunidad. Entre estos fondos, $3.6 millones fueron apartados para apoyar a bancos y centros de comida que operan en zonas Latinas como la Misión.

Además, la Ciudad reporta que ya ha otorgado alrededor de $2 millones entre las organizaciones ‘Mission Food Hub‘ y ‘HOMEY‘, las cuales también operan en la Misión y realizan distribuciones de comida cada semana. HOMEY recibió $98,800 y un poco más de $1.9 millones fue otorgado a Mission Food Hub.

Por su parte, la MMC no ha recibido parte de estos $2 millones. Y esto preocupa Alemán, ya que no quiere que el gobierno de la ciudad pase por alto a grupos de apoyo más pequeños, que quizás no atraen tanta atención de los medios de comunicación pero también atienden a las mismas necesidades de la comunidad.

“Estamos viendo que la ciudad, en particular, y otras dependencias también, le están dando la prioridad a…los mismos espacios”, dijo Alemán.

Señala que la MMC ha desarrollado su propia red de apoyo durante la pandemia, pero quienes hacen donaciones también enfrentan sus propias dificultades financieras y esto, en ocasiones, afecta cuánta ayuda pueden proporcionar.

A pesar de todo, el hambre y la escasez no cesan. Tanto Alemán como Ramírez predicen que esta crisis durará por mucho más, incluso hasta después que la vacuna contra el coronavirus sea disponible para el público en general.

“Nuestra intención es seguir este trabajo. Poco a poco estamos creciendo y pronto ya no vamos a caber en este espacio entonces esperamos un día tener un hogar permanente aquí en la Misión”, dijo Alemán.

Tanto hija como madre comparten el objetivo de establecer una relación entre la comunidad y la MMC que dure más allá de cuando se termine la pandemia.

“Tenemos que hacer fuerza, de todas maneras, de cada una de ellas, de ver dónde se va a colectar o cómo se va a hacer, pero para que la gente reciba lo que se les pueda ayudar”, Ramírez dijo.

  • ¿Quiere saber cómo usted o un ser querido puede acceder a los servicios de la MMC, o quiere apoyar su trabajo usted mismo? Encuentre información en su sitio web.

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