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Comunidades LGBTQ+ quedan fuera de la planificación de catástrofes

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Una persona aparece parada afuera de un hogar y posa a lado de unos nopales.
Paloma Reyes, una mujer trans y trabajadora agrícola de Santa Rosa, ayuda a dirigir un grupo que defiende los derechos de trabajadores agrícolas trans. (Ezra David Romero/KQED)

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Cuando el incendio Tubbs se desató en 2017, las manos enguantadas de Paloma Reyes no rozaron la suave textura de los racimos de uva en las viñas durante varias semanas.

“En ese tiempo de los incendios, no trabajamos”, dijo Reyes, quien acababa de llegar de un viñedo en Napa donde había estado preparando las vides para la primavera.

Durante meses el aire lleno de humo y la amenaza de que los incendios quemaran los viñedos mantuvieron a Reyes y a otros trabajadores agrícolas fuera de los campos el tiempo suficiente como para que les afectara.

“En esos meses en los que se produjo el incendio, no ahorramos lo suficiente para mantenernos a nosotros mismos durante el invierno”, dijo.

Imagen estilo "selfie" de Paloma Reyes, quien viste ropa para trabajar en el campo.
Paloma Reyes dice que no está preparada mentalmente para otro incendio forestal, pero sabe que cuando el próximo fuego se encienda se unirá a su grupo de amistades trans. (Cortesía de Paloma Reyes)

El incendio Tubbs fue el primer fuego que obligó a Reyes a salir de los viñedos abarrotados de humo y a refugiarse en su apartamento ubicado cerca de una línea de tren para pasajeros en Santa Rosa, en el condado de Sonoma.

“El 2017 fue el año que nos marcó a todas las chicas”, dijo.

Lo que mantuvo a Reyes de pie durante ese incendio, y la serie de incendios en los años posteriores, es la comunidad que ella trabajó durante seis años para fomentar Santa Rosa Trans Latinas, una red de apoyo de personas transgénero, incluidas las trabajadoras agrícolas que se defienden mutuamente en la región vinícola de California. Reyes lleva más de dos décadas viviendo en Santa Rosa.

“Nos apoyamos mutuamente”, dijo sobre las semanas después del incendio Tubbs que impidió a su comunidad trabajar. “No fue fácil para nosotras, las chicas trans que trabajamos en la agricultura”.

La vida de Reyes es un ejemplo de cómo las personas LGBTQ+ a menudo tienen que crear un espacio para sí mismas, especialmente durante las catástrofes climáticas, porque los servicios que se ofrecen a la mayoría de la gente pueden no existir o no estar disponibles para este otro grupo. Y cuando hay una catástrofe climática, las personas LGBTQ+ suelen ser más vulnerables debido a factores que se entrecruzan, como la pobreza, el encarcelamiento, la falta de vivienda, el estatus migratorio y la discriminación.

“Cuando se planifica para una vulnerabilidad social, se descarta totalmente a la comunidad LGBTQ+ porque es caracterizada de raza blanca y rica”, afirmó Michael Méndez, profesor de política y planificación medioambiental de la Universidad de California en Irvine.

Méndez forma parte de un grupo de profesores LGBTQ+ cuya nueva investigación demuestra que los esfuerzos para prepararse y recuperarse de las catástrofes excluyen habitualmente a las personas LGBTQ+ (sólo disponible en inglés).

Los investigadores de la Universidad de Yale, la Universidad de Georgia y la Universidad de Irvine han formulado recomendaciones sobre cómo los gobiernos y los grupos de ayuda pueden hacer que la preparación y la recuperación de las catástrofes sean inclusivas y seguras para las personas LGBTQ+.

‘Invisibilizados’

Méndez afirma que hay demasiados casos de personas LGBTQ+ que son abandonadas, maltratadas o directamente discriminadas cuando intentan obtener ayuda. En un caso, una pareja de lesbianas fingió que eran hermanas para compartir una habitación en un refugio de emergencia.

“También hubo varios casos que demostraron que las personas transgénero fueron detenidas durante algunos de los huracanes por usar una ducha que no coincidía con su nacimiento biológico”, dijo.

En el 2012, la Campaña de Derechos Humanos detalló la mejor manera de trabajar en colaboración con las personas LGBTQ+ (sólo disponible en inglés) y eliminar la discriminación en la preparación y respuesta a los desastres. Méndez dice que, a nivel nacional, muy pocos grupos de asistencia utilizan la guía.

En el 2019, California aprobó una ley que obliga a los gobiernos locales a incluir la competencia cultural en la planificación de la preparación ante desastres (sólo disponible en inglés). Méndez dice que esta legislación proporciona “protecciones LGBTQ+ mínimas”.

Dice que la ley no es lo suficientemente explícita y tiene poca responsabilidad. Por ejemplo, no exige que los planificadores de catástrofes sepan dónde se concentran las comunidades LGBTQ+. Le gustaría que los legisladores presentaran un proyecto de ley que obligará a los gobiernos a analizar dónde viven las personas LGBTQ+ y a utilizar esos datos para planificar las catástrofes.

“Esos son los puntos ciegos que tiene incluso California”, dijo. “Esencialmente, la comunidad LGBTQ+ aquí en California y en toda la nación se vuelve invisible en el contexto de los desastres, las políticas públicas y la planificación”.

El hogar es una “dura batalla”

Méndez y los demás investigadores también recomiendan encarecidamente que los planes de catástrofe reflejen las estructuras únicas de las familias LGBTQ+.

“Algunos individuos LGBTQ+ siguen siendo rechazados por sus familiares”, dijo. “Tienen una familia elegida que consideran parte de su familia inmediata, y debería ser reconocida”.

Cuando las comunidades LGBTQ+ participan en la reducción de su propio riesgo, Méndez afirma que las pérdidas derivadas de una catástrofe son mucho menores. Dice que prevenir más daños es vital para las personas LGBTQ+ porque a menudo ya no tienen un sentido de hogar.

Los incendios en el condado de Sonoma han reavivado la necesidad de comunidad y de hogar para Freddie Francis, quien se trasladó en el 2017 del condado de Butte a Sebastopol, una zona que acoge a la comunidad LGBTQ+.

“Como persona trans, siempre me he sentido un poco excluido”, dijo Francis. “Cuando encuentro un hogar, eso es algo muy difícil de conseguir. Así que, cuando algo que está fuera de mi control llega y pone eso en peligro, por supuesto que activa esos profundos temores y heridas de no tener un hogar estable.”

Lo que ha salvado a Francis del trauma anual de tener que evacuar al Área de la Bahía cuando el cielo se oscurece con el humo, es su comunidad de amistades LGBTQ+ en la zona occidental del Condado de Sonoma.

“Realmente hay un valor de cubrirse las espaldas unos a otros”, dijo Francis. “Sentir esa conexión es un buen antídoto contra el aislamiento y la desesperación a veces, y tratar de cultivar pequeños momentos de alegría y conexión a lo largo de todo esto”.

A medida que la crisis climática empeora, Francis dice que la población LGBTQ+ será más resistente gracias a que ya existe una cultura de ayuda mutua dentro de esa comunidad.

“Estoy trabajando para construir una comunidad y amistades que son más fuertes, y cultivar esas relaciones”, dijo Francis. “Creo que si algo nos va a ayudar, será esa conexión”.

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Más allá de la religión como herramienta de ayuda

Los investigadores universitarios detrás del estudio también recomiendan que servicios de ayuda sean prestados por una amplia gama de fuentes comunitarias, las cuales no sean únicamente religiosas y que también se incluya a grupos que ya trabajan con poblaciones LGBTQ+. Esto podría incluir la financiación y la formación de centros comunitarios LGBTQ+ que ya existen para que estos puedan calificarse como refugios de emergencia federales y estatales.

El estudio señala que la gran cantidad de ayuda proviene de fuentes religiosas y que muchas personas LGBTQ+ no se sienten cómodas recibiendo apoyo de individuos que se niegan a reconocer esta comunidad.

Los investigadores se refieren a una encuesta del Pew Research Center de 2013 (sólo disponible en inglés) en la que la mayoría de los encuestados “por márgenes abrumadores” calificaron a las seis principales religiones “como más antipáticas que amistosas” hacia la comunidad LGBTQ+. También encontraron que el 73% de los encuestados dicen que las iglesias evangélicas son poco amigables.

La reverenda Lindsey Bell-Kerr, pastora de la iglesia Christ Church United Methodist de Santa Rosa, está trabajando activamente para socavar los estereotipos sobre las iglesias y las personas LGBTQ+ para que puedan acceder fácilmente a la ayuda cuando se produzcan catástrofes.

Una persona aparece parada dentro de una iglesia y lleva puesto un cubrebocas.
La reverenda Lindsey Bell-Kerr dice que se desviven por trabajar con la gente de Santa Rosa, para que cuando surjan necesidades sepan que pueden acudir a su congregación en busca de ayuda. (Ezra David Romero/KQED)

“Santa Rosa es un lugar en el que todavía me encuentro con gente que me pregunta qué significan esas letras en LGBTQAI+”, dijo. “Es una oportunidad para enseñar. Es una oportunidad para mover la aguja de la aceptación”.

Bell-Kerr entiende que, aunque su iglesia apoya a las personas LGBTQ+, muchas personas de esta comunidad todavía no se sienten seguros en recibir ayuda de cualquier entidad de carácter religioso.

“En realidad, para mí es muy útil que alguien me identifique como una persona queer”, dijo. “Porque no parezco el tipo de persona que va a hacer que se arrepientan [por sus pecados] antes de recibir un sandwich”.

Nadie necesita creer en ningún poder superior para recibir ayuda a través de esta iglesia. Su estacionamiento está siempre abierto para que las personas sin hogar pasen la noche en sus vehículos, y la iglesia da de comer y alberga a las personas afectadas durante los incendios forestales.

“Si la gente no se siente segura entrando en el edificio de la iglesia, y estamos ofreciendo comidas, tenemos contenedores para llevar y se los llevaré”, dijo Bell-Kerr. “Ese tipo de alojamiento sólo requiere prestar atención a cómo se siente la gente y cómo van llegando a ese lugar”.

“Ya no soy una prisionera”

Después de los incendios de 2017, Reyes, la trabajadora agrícola de Santa Rosa, y algunos de sus amistades finalmente recibieron alimentos y fondos de algunas organizaciones locales para pagar sus facturas pendientes.

Pero después de cuatro años de vivir a lado de la amenaza constante que representan los incendios forestales, la pandemia del coronavirus y la discriminación como persona LGBTQ+, Reyes dice que la idea de otro incendio es desalentadora.

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“No creo que esté mentalmente preparada para otro incendio”, dijo. “Ni mis compañeros ni mi grupo trans están preparados para otro incendio de la magnitud del que ocurrió en 2017”.

Pese a que no se siente preparada mentalmente para ver los cielos del Condado de Sonoma llenos de humo otra vez, Reyes dice que su comunidad de amistades y compañeros trans es la red en la que se apoyará y proveerá en los momentos de crisis.

Dice que su labor de acoger a otros trabajadores agrícolas trans en su grupo la ha liberado aún más.

“Ya no tengo miedo”, dijo. “El grupo me ha dado mucha fuerza para poder hablar, para no perderme en el miedo. Ya no soy una prisionera. Seguiré haciéndolo mientras viva”.

Este artículo fue traducido por la periodista, María Peña.

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