La familia Orona Franco recibe una visita de los trabajadores de salud del condado de Santa Clara en San José el 3 de febrero de 2021. El condado se ha asociado con un grupo de promotoras de META, una organización sin fines de lucro con sede en el este de San José, para ofrecer pruebas en casa e información sobre la vacuna contra el coronavirus en una de las áreas más afectadas del condado. (Beth LaBerge/KQED)
uz María Abonce llegó a San José hace más de 15 años. A lo largo del tiempo, ha asistido a graduaciones, quinceañeras y talleres, formando nuevas amistades por todo el este de la ciudad. Ahora, durante la pandemia, puede ver de nuevo a muchas de estas amistades, cuando ella toca sus puertas.
“Salimos a tocar las puertas con muchas ganas, tocamos, a veces nos abren, a veces no nos abren, pero allí estamos ofreciendo nuestros servicios los cuales son las pruebas de COVID-19”, dijo Abonce.
Ella es una promotora, una trabajadora de salud comunitaria que trabaja con META (Mujeres Emprendedoras Tomando Acción) y SOMOS Mayfair, dos organizaciones sin fines de lucro que colaboran con el departamento de salud pública del condado de Santa Clara.
“Las promotoras son líderes confiables en la comunidad”, afirmó Analilia García, gerente de equidad racial y de salud del condado de Santa Clara. “Ellos tienen la confianza y las conexiones que nosotros como condado no tenemos”, dijo.
Los latinos representan el 51% de los casos de coronavirus en el condado de Santa Clara, pese a que tan sólo forman el 25.8% de la población de esa región. Algunos de los códigos postales que reportan los índices de infecciones más altos en el condado se encuentran en el este de San José y Gilroy, zonas mayormente latinas.
Según datos del condado publicados el 19 de febrero, 249 mil 442 residentes del condado de Santa Clara han recibido al menos una dosis de la vacuna. Alrededor del 20% de este grupo son latinos, una cifra por debajo del porcentaje de latinos que han sido contagiados o han muerto a causa de complicaciones relacionadas al COVID-19.
Las autoridades de salud han expandido los centros de pruebas y sitios de vacunaciones en estas áreas, cerca de lugares del vecindario muy conocidos como La Placita Tropicana y la Plaza de la herencia mexicana en el este de San José y el centro para adultos mayores en Gilroy.
Pero el condado reconoce que la apertura de un nuevo plantel no siempre resulta en que más residentes de ese vecindario se puedan vacunar o hacer la prueba de COVID-19.
“Para algunos, puede ser una brecha digital. Para otros, puede ser una cuestión de tiempo por los horarios del trabajo o quizás no se sientan cómodos al ir al sitio”, explicó García.
El programa de las promotoras cierra esa brecha, algo que métodos más tradicionales de salud pública no pueden hacer.
García señala que las promotoras forman conexiones profundas con las familias que conocen, algo que en cambio no siempre ocurre en el portal electrónico para agendar una prueba de coronavirus. A menudo, las promotoras logran convencer a familias enteras que se hagan la prueba. Una de esas familias era la de Janet Franco Orona, residente del este de San José. Ella vive con su marido, suegra e hijo de 1 año.
Aunque ya se ha hecho la prueba antes, Franco Orona se siente un poco nerviosa de llevar a su suegra, quien es una persona de la tercera edad, a uno de los centros de pruebas públicos. “¿Habrá mucha gente contagiada? ¿Nos van a cobrar? Todo esto nos preocupa cuando estamos planeado salir de la casa”, dijo ella.
Pero la promotora que tocó su puerta resultó ser una vieja amiga y ex vecina de su suegra.
“Cuando la comunidad une todos sus esfuerzos, siempre vamos a abrir la puerta a uno de los nuestros”, dijo Franco Orona.
Junto con Abonce, otras ocho promotoras van puerta por puerta en el este de San José. A cada residente se les ofrece la oportunidad de hacerse la prueba de COVID-19 sin que se tengan que salir de sus hogares. Las promotoras llevan consigo equipos de pruebas y son los habitantes que usan los hisopos para recolectar las muestras.
Mientras que los residentes se hacen la prueba, ella les responde cualquier pregunta que tengan. Muchos quieren saber sobre las nuevas cepas del virus o qué puede hacer el condado si
es que ellos dan positivo. Pero cada vez recibe más preguntas sobre la vacuna contra COVID-19.
“Hemos escuchado muchísimas cosas que a veces decimos, ‘wow, ¡cómo inventan!'”, ella explicó. “Nos dicen, ‘yo no me voy a vacunar, porque la sacaron bien rápido’, ‘porque me dijeron que sólo le están poniendo pura agua’, otros dicen que le están poniendo un chip a la vacuna”, dijo Abonce.
“Me voy a vacunar pero no confío en la vacuna”: En donde la historia choca con los miedos
Incluso antes de que la Administración de medicamentos y alimentos (o FDA por sus siglas en inglés) aprobara una vacuna contra coronavirus para usos de emergencia, activistas en favor de la equidad en la salud pública aconsejaban a las autoridades estatales que se modificara la estrategia para distribuir las vacunas.
Según estos grupos, cualquier plan de distribución debería tomar en cuenta el impacto inmediato que ha tenido la pandemia en las comunidades de color California y también las lecciones aprendidas de los esfuerzos para realizar pruebas dentro de estas poblaciones.
En California, ya se han otorgado 9 millones de vacunas y tan sólo 2.9% de quienes han sido vacunados se consideran afroamericanos pese a que este grupo conforma el 6.2% de las muertes por coronavirus en el estado. Los latinos representan el 46.2% de las muertes relacionadas al COVID-19 en California pero sólo han recibido el 16% de las inmunizaciones.
Cambios repentinos en el plan de vacunación del estado han provocado confusión entre los californianos y un bajo suministro de dosis ha limitado el impacto que pudiesen tener los centros de vacunación masiva, lo que podría complicar aún más el proceso para conectar las vacunas con las poblaciones que más las necesitan.
Maurice Foster y Paula Petty, una pareja de Oakland, tienen miedo de enfermarse y han hecho todo lo posible para evitar contraer COVID-19. Pero cuentan que perdieron la poca confianza que tenían en las autoridades federales y estatales para que estas provean una vacuna segura cuando vieron la manera en que California ha distribuido las dosis.
“Me voy a vacunar pero no confío en la vacuna”, dijo Foster. “Yo no confío en el gobierno. He visto que el Presidente y la primera dama se han vacunado pero aún así. Me voy a vacunar porque no quiero morir, no porque confío en la vacuna,” agregó.
Él cree que el proceso para desarrollar la vacuna no fue transparente y le preocupa que el gobierno de Donald Trump influyó la investigación por razones políticas.
“No pienso que los afroamericanos son más vulnerables a COVID-19”, él afirmó. “Pienso que el gobierno tiene más prejuicio en contra los afroamericanos”.
En San Francisco, Dara Montejo Chel es una estudiante del último año de preparatoria quien ha aprendido sobre los múltiples casos de negligencia médica en las comunidades de color, en especial los casos de esterilizaciones poco éticos que han reportado mujeres afroamericanas y latinas.
Cuando Dawn Wooten, una enfermera de un albergue de migrantes detenidos en Georgia, presentó una queja el septiembre pasado, el cual afirma que médicos del plantel estaban realizando histerectomías en las mujeres migrantes sin tener su consentimiento fundamentado, Montejo Chel sintió una corriente de ansiedad por todo su cuerpo.
Ella sabe que la vacuna contra COVID-19 no es una herramienta para esterilizar a la población y cree en la ciencia de la inmunidad. Pero esta historia prevalece en su mente. “Cuando hablamos de investigaciones médicas, nosotros las minorías siempre somos quienes corren más riesgo”, ella dijo. “Por mucho tiempo, el campo médico no ha demostrado que se preocupe por nosotros”.
La doctora Alicia Fernández, profesora de medicina en la Universidad de California en San Francisco (UCSF), ha escuchado algo similar cuando plática con sus pacientes.
Fernández investiga cómo expandir el acceso que tienen las comunidades inmigrantes y latinas a cuidados primarios y forma parte de la iniciativa ‘Unidos en Salud‘ que ha desarrollado varios centros de pruebas de COVID-19 en el distrito de la Misión en San Francisco y el distrito de Fruitvale en Oakland.
Los miedos por la vacuna, afirma Fernández, se encuentran en todos los sectores demográficos pero factores como el acceso a información médica de calidad y las experiencias de vida pueden crear distinciones entre estos sentimientos. Ella ha identificado unas cuantas categorías que le ayudan responder a estas ansiedades de una manera más efectiva.
“La primera categoría es la desinformación”, dijo ella. La desinformación incluye las creencias que la vacuna tiene efectos secundarios peligrosos (como la infertilidad y una mutación) o que fue desarrollada de una manera muy repentina.
La segunda categoría incluye lo que Fernández describe como creencias alternativas de la salud: ideas que están profundamente arraigadas sobre la medicina profesional o que complican que un individuo busque ser inoculado. Creencias alternativas sobre el bienestar algunas a veces pueden tener raíz en tradiciones familiares o la necesidad de recibir atención médica cuando no se puede ir al hospital a causa de falta de cobertura médica o fluidez del idioma en inglés.
“Una de estas creencias podría ser nunca vacunarse, nunca poner algo dentro de su cuerpo”, explicó ella.
Y luego hay todo lo demás, pero Fernández señaló que detrás de todas estas experiencias, existe una gran preocupación sobre la salud y la experiencia de recibir atención médica.
“Lo que trato de hacer es poner en orden todo lo que la gente está sintiendo. Reconozco que hay muchas razones para que la gente no confíe en sus doctores en este tipo de situación”, dijo ella. “Resurge la historia de los casos de abusos en Puerto Rico, como en la República Dominicana y otros lugares”, agregó.
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A lo largo del siglo 20, el Consejo de eugenesia de Puerto Rico impulsó y monitoreó cientos de miles de esterilizaciones de mujeres en la isla como un método para controlar el crecimiento de la población. Muchas de estas mujeres no recibieron suficiente información por parte de su doctor sobre el procedimiento y tenían la impresión de que la cirugía podría ser revertida fácilmente.
Las pláticas en persona entre un paciente y su doctor son cruciales, sostiene Fernández, porque es en ese momento que un médico puede escuchar e intentar comprender todo lo que siente su paciente.
“Si el doctor se siente cómodo haciéndolo, es importante compartir un poco de nuestras historias de porque decidimos tomar la vacuna”, dijo ella.
Poder hablar de su propia experiencia con la vacuna ha resultado ser una estrategia bastante efectiva para el doctor Adrian James, jefe de medicina de la clínica West Oakland Health Council (o WOHC por sus siglas en inglés), quien ha tenido que resolver las preocupaciones no sólo de sus pacientes sino también de su personal.
WOHC atiende a casi 8 mil pacientes al año, muchos de ellos son residentes afroamericanos del este de la Bahía. El pasado diciembre, WOHC anunció una colaboración con el sistema de salud estatal Covered California para enfrentar los miedos de la vacuna en las comunidades afroamericanas en el estado.
“Hago claro que este es un problema comunitario”, dijo James. “Esto es de todos. Esto no es el experimento Tuskegee, cuando sólo se trataba de hombres afroamericanos. Esta es una situación que involucra a toda la comunidad. Le estamos pidiendo a todos que se vacunen”, afirmó.
James se refiere al estudio de 1932 por el Servicio de salud pública de Estados Unidos y el Instituto de Tuskegee sobre la salud de un grupo de hombres afroamericanos que trabajaban como aparceros en Alabama. Se les informó a estos hombres que recibirían atención médica gratuita. Sin embargo, nunca se les dijo que en verdad eran parte de un estudio para observar los efectos de la sífilis cuando esta enfermedad no es tratada.
Cuando los detalles de este experimento salieron a la luz 40 años después, cientos de participantes murieron sin saber que tenían la enfermedad y nunca recibieron tratamiento. Ahora, líderes de la comunidad afroamericana en Alabama laboran para recuperar la confianza de residentes que conectan el experimento de Tuskegee con la vacuna de COVID-19.
“Como pueblo, sí tenemos razón para tener dudas”, dijo James. “Pero ahora no es el tiempo para eso. Hay mucha gente que se está muriendo”.
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‘Yo quiero ser una de ellos que se está vacunando’
Durante los últimos nueve meses, el grupo de trabajo Latino Task Force, una colaboración compuesta de decenas de organizaciones sin fines de lucro, el Departamento de salud pública de San Francisco y el programa Unidos en Salud de UCSF, ha ofrecido sitios de pruebas de COVID-19 cada semana.
En estos centros, Jon Jacobo, jefe de salud del grupo de trabajo, ha podido hablar con cientos de residentes latinos e inmigrantes mientras esperan hacer la prueba del coronavirus o ser vacunados contra la influenza. Ha notado que los sentimientos acerca de vacunarse, tanto para la influenza como para COVID-19, pueden diferir según la generación y la experiencia de inmigración.
“Cuando tuvimos el taller para recibir la vacuna contra la influenza el septiembre pasado, las personas que venían a vacunarse más eran por gran parte quienes sólo hablan español”, dijo él.
Según Jacobo, los inmigrantes que acababan de llegar al país eran los que estaban más entusiasmados.
“En nuestros países, quizás no tienes acceso a cuidado de salud gratuito. Y ahora que estás en Estados Unidos y esto se ofrece, podría ser una muy buena idea aprovechar de esta oportunidad”, explicó Jacobo.
Por otro lado, es entre los hijos y nietos de inmigrantes y los residentes más jóvenes en donde él ha notado que existen más dudas acerca de la vacuna.
“Para quienes nacieron y fueron criados aquí, hay mucha más desinformación en las redes sociales”, dijo Jacobo.
Sin embargo, él señala que a pesar de todo, estos sentimientos negativos son mucho menos comunes de lo esperado. El mes pasado, Latino Task Force logró sondear a más de 6 mil personas en su sitios de pruebas ubicado en la esquina de las calles Misión y 24. Jacobo calcula que más del 80% de quienes respondieron a la encuesta tienen una opinión muy favorable de la vacuna.
Él espera que su equipo pueda publicar todos los datos de la encuesta en los próximos meses, pero según Jacobo, los resultados iniciales indican que los encuestados confían mucho menos en las autoridades locales y estatales que en los doctores e iniciativas comunitarias como Latino Task Force.
“Creo que la ciudad debe de aprender que está bien no siempre tener todas las respuestas a cada momento”, explicó él. “A veces no siempre tenemos que tener una respuesta lista. Tenemos que sentirnos cómodos con decir, ‘Estamos trabajando en eso y llegaremos a ese punto’ “.
Pero factores como la confusión sobre dónde y cómo se puede vacunar uno y una falta de acceso a estos lugares puede provocar desconfianza para la vacuna en lugares en donde esto no existía antes, agregó Jacobo.
El primer centro comunitario de vacunación en San Francisco abrió sus puertas el pasado 2 de febrero, en el distrito de la Misión, gracias en parte a los esfuerzos de de Latino Task Force, que hizo claro la necesidad de proveer vacunas en el corazón de la Misión, a una cuadra de la estación del BART de la calle 24, donde se ofrecen pruebas cada semana.
Esfuerzos comunitarios, como Latino Task Force, necesitan a proveedores de salud y autoridades de salud pública tanto como estos necesitan a la comunidad para proveer confianza y credibilidad a los esfuerzos de vacunación, dijo Jacobo. Esta colaboración es efectiva cuando miembros de la comunidad lideran e influyen las iniciativas mientras que los otros dos colaboradores escuchan siguen y financian de una manera activa este trabajo.
“Como una médico académica, en verdad me ha ayudado mucho trabajar más de cerca con organizaciones de la comunidad”, dijo Fernández de UCSF. Ella piensa que este modelo diseñado para contener la pandemia y ampliar el acceso a la vacuna puede ser replicado para combatir otras crisis que afectan de manera desproporcionada a poblaciones afroamericanas y latinas, como la diabetes y la obesidad.
“Vamos a necesitar mucho más cambio estructural, que conlleva cambiar los factores determinantes de la salud y eso va a requerir que todos nosotros trabajemos juntos”, dijo ella.
En cuanto al futuro de la coalición, estos esfuerzos no deben terminar después de que termine la pandemia, dijo Jacobo. “Sé que a partir de ahora, vamos a estar trabajando con la ciudad en esta nueva normalidad”.
Agregó, “No creo que ninguno de nosotros quiera volver a ignorar las desigualdades y las dolorosas y flagrantes realidades que viven los desposeídos de la ciudad”.
En enero, Jacobo, junto con otros miembros de Latino Task Force que laboran en los esfuerzos para proveer pruebas, recibió su vacuna. Algunos voluntarios lograron presenciar el momento de primera mano. Uno de ellos era Esteban Torres, un estudiante de primer año de la universidad comunitaria City College of San Francisco.
Ya por varias semanas, Torres se había sentido inseguro de recibir la vacuna durante algunas semanas. Pero cuando vio a sus amigos y parientes más cercanos tomar la vacuna, sintió un gran alivio. Y también una gran responsabilidad.
“Cuando vi eso, supe en ese instante que quería ser parte de eso. Quería ser una de esas personas tomando la vacuna, haciendo lo necesario para mi familia y lo más que pueda para mi comunidad”, dijo él.
KQED ha preparado información sobre cómo y dónde puede vacunarse contra el coronavirus en el Área de la Bahía y está respondiendo las preguntas que tenga sobre el proceso. Revise nuestra guía, disponible en español e inglés aquí.
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